¿Preguntas?, ¡Comentarios!
Preguntas y comentarios es la presentación de cuadernillo con las imá- genes de una acción realizada al Artista del performance Melquiades Her- rera Becerril en la Acedemia de San Carlos de la ciudad de México. Se trata de un cuento que relata la expericencia de haberle hecho una per- formance al maestro quien en repetidas veces hablo de si mismo como un medio. Dentro del breve cuento se expone la forma en que el medio es utilizado como soporte para otra obra que revisa la idea de presentación.
Montaje de los cuadernillos en mampara de información
¿Preguntas?, ¡Comentarios! ...
El siguiente texto es en realidad el relato sobre una experiencia relacionada con el maestro Melqui- ades Herrera Becerril la cual trataré de abordar de la misma forma en que él solía proponer sus clases.
Antes de continuar, debo confesar que en la época en que llegué a México (1998) la figura del maestro, fue para mí, un elemento esencial para la compresión de una contemporaneidad de las Artes Visuales, cuya especificidad desconocía totalmente. Fruto de ese desconocimiento surgieron una serie de interrogantes que más tarde comencé a entender cuando tomé su Seminario de Arte Contemporáneo.
Durante los dos semestres que comprenden el año 2001, - el maestro Melquiades - siempre llegó vestido de diferentes formas entre las que recuerdo, de hip-hopero, de repartidor de refrescos, de marinero, de chavo banda, de mago, -el cual le venía muy bien- entre otras formas de más. En estas circunstancias y -en calidad de alumnos-, muchos nos empezamos a preguntar, -mientras esperábamos en las afueras del salón de clase- sí, ¿las lecciones de Melquiades eran un perform- ance o no? La espera se volvía una eternidad y conforme pasaban los minutos, la imaginaciónhacía que especularamos en diferentes direcciones. A pesar de lo incomodo que esto resultaba la espera, siempre aguardábamos su llegada, porque reconocíamos lo valioso de sus clases y porque sabíamos que algo iba a pasar.
A veces llegaba en punto, otras veces no, y en otras ocasiones - al filo de concluir la clase - aparecía para terminar las 17:30 en punto. Igualmente, cuando se colgaba en sus lecciones era porque se le iba el avión y ninguno de nosotros se atrevía a recordarle la hora, porque con él, no se sabía adonde estaba el límite. Nunca dijo de más, aunque siempre nos exhortó; qué si le dabamos cuerda -él- hablaría más.
Conforme transcurrió el tiempo, un día, mientras hablaba del performance, nos contó que él era un vehículo presentador de objetos y de esa manera él concebía a la performance -como un acto de presentar-. A raíz de esto y sin entenderlo muy bien, comencé a reflexionar sobre este asunto con el fin de ampliar mi idea sobre la presentación en arte, pero sobre para poderme explicar si sus clases eran un performance o no. Poco a poco todas estas señales me hicieron sospechar que,-cuando el maestro venía a dar sus clases-, la idea de un acto de presentación culminaba con su aparición y esto se visualizaba en cómo venía vestido. Posteriormente descubrí, que esta configuración era uti- lizada en inauguraciones de otros artistas tanto como para sus propias performances. Todos estos signos me aclararon las dudas de que Melquiades efectivamente realizaba presentaciones y qué probablemente todo respondía a un proyecto conceptualmente revisado. De esta manera, asumí, que para el maestro la idea de vestirse era una variación del performance, una forma de expresión creativa, una obra que se materializaba en él.
Sin embargo y a pesar de todo, -que yo recuerde- durante sus clases, nunca mencionó o se refirió a esa situación como un performance, circunstancia que me hacía pensar en dirección contraria y por tanto negarla como posibilidad. Lo que sí era innegable, fue la idea de presentación porque siempre que me lo encontré, vestió diferente.
Cerveza Imperial
Al finalizar los cursos con el maestro en la Academia de San Carlos, me fuí a Costa Rica y estando allá, decidí comprarle una playera negra con la imagen de la cerveza Imperial que dicho sea de paso, ha sido la cerveza más popular de Costa Rica en los últimos tiempos (fig.1). Junto a la playera le agregué la propia cerveza para que degustase su sabor y de esta forma conociera lo Imperial de la Imperial, la cual, si me lo permiten, fuera del contexto costarricense, no sé que tanto honor le haga a su nombre, pero esto es otro asunto.
Volviendo a mi relato, la idea de obsequiarle la cerveza y la playera, fue un gesto de agradecimiento por el conocimiento compartido con nosotros y a titulo personal porque mi admiración a él es algo
que prefiero manejar en el plano de la intuición.
Así qué de regreso a México, me preparé para obsequiarle la playera, pero, para esto decidí que lo más justo sería hacer un acto de presentación con la doble intención de que recibiera un obsequio y en segundo lugar, que vistiera la playera. Esta última idea llevaba de trasfondo la esperanza de que esto se convirtiera un acto performático dentro de una serie ejercicios que he estado haciendo bajo el nombre de ‹‹ Estoy seguro que esto no tiene nada que ver con arte››. Igualmente, la idea de que el maestro era un vehículo de presentación tal y como él lo pregonaba, me llevaba a especular algunas hipótesis sobre la naturaleza del arte y en este sentido, se me ocurrió que sí Melquiades era un vehículo de presentación, entonces todo lo que él vistiera se convertiría en un performance, por lo tanto, la cristalización de este acto haría que él -como vehículo o medio- transformara mi idea en obra. Por supuesto, todas estas especulaciones eran mi objeto de reflexión, pero aún me inquietaba la interrogante de sí: ¿Melquiades se, pondría la playera?.
El lugar que dispuse para entregarle mi obsequio fue evidentemente en la Academia de San Carlos, por obvias razones. Y para quienes no la conozcan, ésta tiene una sola entrada, cuyo patio principal aloja una imponente copia de la Victoria de Samotracia entre otras copias más. Ese día -mientras lo esperaba- coloqué la playera y la cerveza a los pies de la Samotracia de tal suerte que cuando el maestro entrara a las instalaciones, pudiera observarla a los lejos (Fig.3 y 4).
Curiosamente, el maestro venía vestido con un pantalón gris y una playera negra, así que pensé, que si se ponía mi obsequió, no cambiaría drásticamente su look.
Academia de San Carlos 2002
Sin embargo, la pregunta que se mantenía de fondo era ¿Si se la pondría o no? Así que cuando lo avisté en su entrada, a manera de asalto, le dije:
- - - -
¡Maestro como está! ¡Bien gracias! Tengo un obsequio para usted ¡A ver!, me dijo.
En medio de la sorpresa, le entregué la playera, la cual observó por un instante y no titubeó en querer ponérsela. Así que me dijo. - ¡Ah! pss, espérame.
Se fue al baño a cambiarse y volvió vistiéndola. Ya de regreso, le expliqué que se trataba de una presentación hecha ex-profesa para él y lo que procedía era el registro fotográfico.
Las fotografías las tomó Israel (un compañero de la maestría) a quién le pedí que me echara la mano en ese momento. Las fotos fueron hechas a un costado de la copia escultórica las cuales incluyo al final del texto. (fig.4 y Fig.5)
Tiempo después, hablando con otros compañeros, supe que el maestro había llegado a dar su
clase con un buen ánimo y mostrando la playera que le obsequié. Por ello y en esas circunstancias no sé si ésto fue una presentación, un performance o una obra desde la propia óptica del maestro, pero de esto se trataba el ejercicio (Presentar). Quizás su mayor enseñanza ha sido provocar una cadena de cuestionamientos sobre la naturaleza del arte, donde la idea de presentación se localiza en esa tensión.
Melquiades, a mi juicio, borró las diferencias entre el maestro y el performancero, desmateriali- zando el objeto artístico y devolviéndole el arte a la vida cotidiana tal como lo pregonaba Michel De Certeau. Las lecciones de Arte que impartió en su seminario tienen el vértigo y la incertidumbre, donde la idea de Arte, no es facil de definir.
Antes de finalizar quisiera recordar una intervención que aparece en la revista Arteacción donde Melquiades menciona lo siguiente:
[...] yo hago un performance y si en ese performance alguien se ríe, bueno, eso ya es una ganancia adicional, pero mi objetivo no es hacer reír, mi objetivo es hacer una presentación de hechos o de objetos, o de cosas, y que si esto resulta humorístico, eso es un asunto aparte.(1)
La presentación que le hice al maestro, no buscaba ser un performance en el sentido que Melquia- des entiende la presentación. Mi presentación buscaba vestirle una sonrisa al performancero y una playera a una idea, eso sí fue el logro.
El maestro, cuando vistió de mago, fue mucho más sencillo reconocer al brujo que daba clases en el Toreo. Nosotros, sus comensales, hemos seguido el discurso de su hechizo sin poder acceder a ninguna de sus recetas. Cada vez que terminó con la lección, nos dejó en suspenso y se retiro sigilosamente. Su seminario es ahora un asunto de la memoria y su tono irónico una complicidad ensimismada.
¿Preguntas? ¡Comentarios! ....
Edgar León Ciudad de México 31 de octubre de 2003
Notas. 1 FERREYRA, Andrea (comp.), Arteacción. Ciclo de mesas redondas y exposición de fotografías de acciones. En Melquiades Herrera, Discución mesa 4. México, 2000, p. 78.